La fecha exacta de la erupción del Vesubio actualmente es tema de debate. Tradicionalmente, gracias a un texto de Plinio el Joven, se ha datado en el 24 de agosto del año 79 d. C. Pero estudios más recientes afirman que esta fecha es producto de un error de transcripción en la Edad Media. Basándose en otras cartas del mismo autor en las que sitúa la catástrofe después de la vendimia (que se realizaba en octubre), algunos especialistas fechan la catástrofe el 23 de noviembre. Esta teoría queda también reforzada por la presencia de algunos mantos y ropajes gruesos entre la indumentaria de los individuos hallados en el yacimiento.
Precisamente son los cuerpos pefectamente conservados los que están desvelando nuevos datos sobre la ciudad. El primer director del yacimiento, Giuseppe Fiorelli, es el responsable de la recuperación de los mismos gracias a que, a finales del siglo XIX, se le ocurriera rellenar con yeso los huecos dejados por dichos cuerpos en descomposición. El primero de estos «vaciados de Fiorelli» vio la luz en 1863 y, a día de hoy, aún siguen proporcionándonos una valiosa información.
La última técnica que se está realizando a estas particulares «momias» consiste en un novedoso sistema de TAC láser que permite la observación de su interior sin verse alterado el resultado por la presencia de metales. Para ello, un equipo formado por arqueólogos, antropólogos, radiólogos, odontólogos y expertos en TAC se encarga de exponer al escáner un total de 86 cuerpos con el fin de obtener nuevos datos. Entre ellos se encuentran varios investigadores españoles, como el arqueólogo y antropólogo Llorenç Alapont.
Este nuevo proceso de escáner aumenta sustancialmente la superficie trabajada al contar con novedosos sistemas en 3D que, en menos de dos minutos, permiten obtener cerca del 90 por ciento de la información que aporta el cuerpo, frente al 25 por ciento que se obtenía hasta ahora.
Aunque, de momento, apenas han podido trabajar sobre una decena de cuerpos, ya se ha recopilado información acerca de los hábitos alimenticios. Prácticamente todos los vaciados que se han escaneado hasta ahora conservan la dentadura perfecta, con pocas o ninguna caries, por lo que la alimentación sería escasa en azúcares pero de buena calidad, al contrario de lo que se pensaba. Además de productos económicos, como cereales, legumbres, frutas y aceitunas; también se consumían otros productos más costosos y de mayor aporte, como carnes y pescados en salazón; además de alimentos bastante exóticos, como mariscos y erizos importados del extranjero.
También han sido los antiguos habitantes de Pompeya quienes han desvelado los sucesos que rodearon su muerte. Hasta hoy se creía que solo quedaron en la ciudad los ancianos y enfermos que no pudieron escapar de la lluvia de cenizas y de los gases o que no pudieron ser evacuados junto con las mujeres y los niños, pero el escaneado ha revelado que, al contrario de lo que se creía, las víctimas eran de ambos sexos así como de todas las edades, muchas de ellas completamente sanas. También se han encontrado diversas fracturas, producto de la lluvia de piedras que precedió a la emisión de ceniza y gases, que fue la causante de varias muertes.
Pero, además, esta revolucionaria técnica nos ofrece información sobre la clase social, la moda y la indumentaria, objetos personales y una enorme variedad de datos que permiten conocer la historia de cada uno de estos individuos.
Pompeya sigue siendo una fuente inagotable de datos sobre el día a día de una ciudad romana en la época del Imperio. Entre esta información, podemos extraer el funcionamiento de los lupanares, que puedes encontrar en Desperta Ferro Arqueología e Historia n.º 2: Los bajos fondos en Roma o en nuestra próxima publicación: Ciudades del mundo antiguo.
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